El cambio de horario afecta al sistema circadiano del cuerpo y supone un problema de adaptación que, en ocasiones, puede tener consecuencias para la salud y alterar la calidad del descanso. Por ello, la doctora Lucía Carranza, neurofisióloga del Instituto de Especialidades Neurológicas (IENSA), señala que “para evitar esos efectos, hay que mantener las rutinas habituales de sueño”.
En este sentido, la experta de la Unidad del Sueño de IENSA explica que ese cambio, sobre todo, en el caso del verano, donde el reloj se adelanta una hora, afecta a la continuidad y a la cantidad del descanso. “Esta alteración -subraya- se debe a que la secreción de melatonina, la hormona que regula los estados de vigilia y sueño, se ve afectada, lo que puede tardar varios días en ajustarse”.
La neurofisióloga apunta que el efecto es pasajero y, aunque depende de cada persona, suele durar aproximadamente una semana. “El impacto es similar al que produce el ‘jet lag’ o los trabajos por turnos, que provocan dificultad para dormir por la noche, somnolencia por el día, cansancio, irritabilidad o falta de concentración, además de que aumenta el riesgo de padecer trastornos del sueño”, añade.
La doctora Carranza alerta de que hay que “prestar especial atención” a determinados colectivos como las personas de edad avanzada, los menores y quienes ya sufren trastornos del sueño, que “tienen una mayor sensibilidad a los cambios hormonales y que, por tanto, pueden tener dificultades añadidas a la hora de adaptarse a sus rutinas habituales de descanso”.
“Mantener los horarios diarios de acostarse y levantarse ayuda al cuerpo a regular su patrón de sueño”, insiste Lucía Carranza, que recomienda también antes de ir a dormir no consumir cafeína ni alcohol, evitar las cenas copiosas, practicar deporte al menos varias horas previas y no usar dispositivos con luz de espectro azul, como pueden ser teléfonos, tablets, ebooks u ordenadores.