Los pacientes que han sufrido un ictus suman un factor de riesgo más que aumenta la probabilidad de complicaciones en caso de contagiarse de Covid-19, tratándose por tanto de enfermos que presentan otro antecedente patológico que les hace «más vulnerables y susceptibles de tener mayor morbimortalidad por dicha infección”, explica el doctor Juan Manuel Ceballos, especialista en Neurología de IENSA y del Hospital Quirónsalud en Córdoba.
Además, teniendo en cuenta el estado protrombótico al que predispone el Covid-19, «se ha podido observar que el riesgo de ictus en pacientes afectos por el virus es más elevado que en aquellos que no tienen dicha patología infecciosa», según palabras del especialista de IENSA recogidas por diferentes medios de comunicación como ABC de Córdoba, Diario Córdoba, El Día de Córdoba o el periódico digital especializado de difusión nacional ConSalud.
Ceballos destaca que es «de vital importancia» acudir al centro sanitario ante los primeros síntomas de esta enfermedad, que causa unas 27.000 muertes en España cada año. «Se han producido casos de pacientes que ante síntomas compatibles con ictus deciden esperar en sus domicilios sin avisar a los servicios de urgencias, y esto es contraproducente ya que en la patología cerebrovascular el tiempo es cerebro y un segundo es importante para tratar la enfermedad en su fase aguda», añade.
El ictus es una patología neurológica urgente que tiene un gran impacto sanitario y social debido su elevada incidencia y prevalencia, la cual se incrementa en edades avanzadas. Constituye la segunda causa de mortalidad, tras la cardiopatía isquémica, la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia después de la enfermedad de Alzheimer.
Se divide en dos tipos: ictus isquémicos e ictus hemorrágicos, que son menos frecuentes. Aunque desde el punto de vista clínico pueden existir una gran variedad de síntomas, según la localización del ictus la sintomatología principal consiste en un síndrome sensitivo o motor de una o dos extremidades con o sin afectación facial, es decir, una disminución de la sensibilidad consistente en una sensación de adormecimiento y pérdida de fuerza de una o dos extremidades.
Otras manifestaciones son dificultad para hablar o entender, cefalea intensa, repentina y sin causa aparente, asociada a náuseas y vómitos, con síntomas neurológicos y no atribuible a otra causa, y dificultad para caminar y pérdida de coordinación.
Tratamientos
En fase aguda (primeras horas desde el principio de los síntomas) del ictus isquémico, el tratamiento se basa en la revascularización intravenosa con alteplasa, un fármaco intravenoso con función fibrinolítica que intenta romper el posible trombo causante del déficit isquémico.
Por otro lado, se realiza tratamiento endovascular que incluye fibrinolisis intra arterial con fármacos, extracción o tratamiento mecánico con dispositivos que permite aspiración o disrupción del trombo, o un atrapamiento del mismo en la pared (stents).
El tratamiento preventivo es el destinado a controlar aquellos factores de riesgo vascular que aumentan la probabilidad de presentar un ictus. Entre ellos, los más importantes son la hipertensión arterial, la dislipemia, la diabetes mellitus, la obesidad, y los hábitos tóxicos como el consumo de alcohol y tabaco, entre otros.
Por otro lado, y según la etiología del ictus, se utilizarán fármacos antiagregantes (etiología aterotrombótica), anticoagulantes (etiología cardioembólica) u otros tratamientos quirúrgicos como la colocación de stents arteriales en función del grado de estrechamiento (estenosis) de dichas arterias.
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